martes, 1 de enero de 2013

Ellos dicen...

HECTOR NOGUERA
Director del TEATRO CAMINO


“Desde el privilegio que se me ha conferido de ser junto a Oscar, uno de los fundadores de Teatro Aleph y de constituirnos como teatros hermanos con Teatro Camino saludo al teatro Aleph de Chile en su intención de tener cada vez más arraigo en este país. Que el continuo vuelo del "Cuervo" entre Paris y Santiago sea para quedarse cada vez más aquí con nosotros para recuperar su nacionalidad de origen. En Chile nos hace falta el espíritu de fiesta del Aleph para contagiarnos cada vez más con su alegría y su arte. Teatro Ictus ha sido siempre una sede importante para el Aleph y es justo que se presente aquí para luego ocupar también la sala Oscar Cuervo Castro instalada en Teatro Camino. Un gran abrazo para el Aleph de Chile”

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ISABEL PARRA
Cantautora, Compositora

Oscar Castro apasionado. 
Creó el teatro del Aleph.
En tiempos desordenados. 
Por orden de mala ley.

Obligados a dejar.
Su tierra sus descendientes.
Se instalaron en Paris.
Con su tribu y mucha gente.

Así la Fragilidad.
Se convierte en creación.
En obra testimonial.
Que sale del corazón.

Lecciones de convivencias.
Historias y melodías.
Nos reciben en su teatro.
Generosamente vivas.

Siempre volviéndose a Chile.
Su pensamiento y memoria.
Con Alegría y con llanto.
Somos parte de su historia.

Esta llegando esta tribu.
Con nuevos protagonistas.
Aquí tenemos de nuevo.
Al Oscar con sus Artistas.

Cariños al Teatro de Oscar Castro!


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VICTOR HUGO DE LA FUENTE
Director de la edición chilena de Le Monde Diplomatique


"Oscar Castro vuelve a Chile, aunque nunca se ha ido realmente, más bien se llevó al menos una parte de Chile con él a París.
Con su teatro ALEPH nos mantuvo chilenizados a todos los chilenos exiliados y dio a conocer Chile -con su particular mirada y humor- a miles de franceses solidarios con nuestras luchas.
La vuelta de Oscar "el Cuervo", ahora al Teatro La Comedia, con la obra "Sube, sube la espumita" es una oportunidad que no podemos perdernos."

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ALBERTO CHACON 
Compañero de curso del Instituto Nacional
Palabras para un Nuevo Comienzo.

Oscar Castro me ha pedido algunas líneas que honren  este nuevo comienzo del teatro Aleph en Chile. Parto diciendo que soy Institutano a mucha honra y que soy de la generación que egresó el 66 del siglo pasado. Fue ese año, el último de nuestra estadía  en el Instituto , en que me topé con Oscar Castro. De entradita empatizamos. Me gustó su manera de ser: llana, fresca,sencilla. Su sentido del humor cargado de ironía. Esos atributos lo hicieron apto para ser  elegido presidente de nuestro curso, el 6º E, Letras. Yo en esa elección salí tercero. Y, aunque yo derrotado y él triunfador,  nos las arreglamos para trabajar juntos y organizar  alguna que otra   pichanga  en las canchas traseras del Estadio Nacional. A mediados de ese año 66 me topé con él en esta iniciativa de formar un grupo de teatro. El Grupo lo dirigía el chico Sagredo y, si la memoria no me falla,  participaban de él unas niñas del Liceo 1. Lo que sí recuerdo con certeza absoluta es que  deserté por timidez como a la tercera  sesión . De ese grupo solo me queda la foto, que comparto, en la cual sencillamente me “colé”  y en donde para colmo aparecí como figura central. Después, del teatro solo fui y he sido  un espectador. Por  los años 70 ya se había formado el Aleph con esos y otros institutanos  y  ví solamente  “Cuantas ruedas tiene un Trineo”,   en  calle Lastarria, movido por la nostalgia doble de ver a ex compañeros en escena y la curiosidad que motivaba en mí el título, tan vinculado  al Instituto de nuestros tiempos, cuando  el “perro Guzmán” inauguraba sus clases de física con esa misma pregunta: “¿Cuántas ruedas tiene un trineo”? Para mi felicidad, nunca tuve al Sr. Perro Guzmán como profe, aunque algunos institutanos  de mis tiempos, algo masoqusitas , del área matemática, le recuerdan con gratitud y cariño.

La noche se suspende largo sobre Chile  y no vuelvo a ver al Cuervo sino casi 20 años después, el 85,   en Paris, estando yo becado por Les Banques Populaires y mi empleador . Un chileno del exilio de entonces  me recomendó ir  al teatro a ver a “Peñafleta   Castro” .  Una tarde fría , oscura, de otoño me aparecí por ese teatro de “Amerique Latine,”  en Saint Eustache, pegadito a Les Halles. En un  intermedio  en  el cual se servían jugosos  lomitos palta mayo  acompañados de sendos vasos de vino tinto , me presenté . Desde entonces mantenemos una amistad que ha sobrevivido al tiempo , las canas, las pocas  ganas , las distancias y , porqué no decirlo , las decepciones de mi Cuervo querido por alguno que otro  auspicio del Banco Estado que,  confirmando  mis precarias influencias en la institución, no pude obtener para su arte.

Feliz cumplo el encargo  apretando las líneas en donde caben  estos casi cincuenta años  de nuestros primeros encuentros.Los tiempos en que  éramos felices , ignorantes , indocumentados y con el alma  institutana  inocente, entusiasta  y sin media suela. Esos años del frío colándose en el salón  en donde funcionaba el ATIN, encontrándonos  en el intento de hacer teatro y desde el cual huí por carecer de esa dosis de sinverguenzura que todo artista de verdad tiene que poseer. Feliz de haberlo reencontrado en el duro exilio- de él- en  Paris. Contento de haber perseverado esta vez  sí, en esa amistad de idas y vueltas  a la que se han plegado la bella Sylvie y mi mujercita querida . Feliz, enfin, de celebrar con tantos y por tantas diversas razones esta cercanía, espero definitiva, de mi querido Cuervo con el terruño , con nuestro Chile.

Enhorabuena entonces y ¡¡salud!!

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ALEJANDRO JODOROWSKY
Escritor y cinéasta

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ANGEL PARRA 
Músico, cantautor, escritor.

"Oscar Castro, fiel a la tradicion de los hombres y mujeres de cultura de nuestro pais, comparte lo aprendido con las jovenes generaciones y vuelve a recrear el Teatro Aleph en Santiago de Chile. Espacio de comunicacion e intercambio, Paris-Santiago-Paris, para los nuevos talentos. Es importante que sea este año. Año de cambios politicos y sociales que los diferentes sectores reclaman, ahi estaremos y se veran reflejados en este nuevo Aleph. Arte y politica de la mano.
Un abrazo querido Oscar."
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ANTONIO SKARMETA
Escritor y cinéasta

"Cuando el Teatro Aleph se inventó en Chile le sacó la corbata a los caballeros y le levantó las polleras a las damas. Era teatro juvenil como sólo los estudiantes  pueden hacerlo. Hablaban en su propia jerga y  casi no usaban escenografías. O,para decirlo con una rima desafortunada, su escenografía era su energía . Desenfadados, irreverentes, e inmensamente tiernos. Burlones y juglarescos, eran imanes que detectaban el habla corriente y no dejaban de cantar. Hacían reír actuando y les daba risa actuar. En el centro del  torbellino Oscar Castro: por su piel oscura su cabello azabache  y su nariz ganchuda recibía un apodo encantador : "El Cuervo". Un cuervo que voló lejos.Triunfó en París haciendo obras que con nobleza,emoción e instinto de supervivencia dramatizaron nuestros años duros. Lo que no obstó para que en una de sus canciones ironizara su éxito: "Triunfar en París". Cada vez que viene a Chile logra el milagro de remontar su compañía y de sorprender con su picaresca al público.Veremos qué verano viene ahora."
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CLAUDIO DI GIROLAMO
Artista multifacético

"Querido “Cuervo”, queridas y queridos amigos del Aleph de Chile,
¡Bienvenidos de vuelta a casa!
Vuestro arribo de hoy me recuerda el de "Odiseo" a su querida Ítaca, después de su largo periplo por los mares del mundo… no lo quiero ver como una parada en el camino de una gira más, como la recalada efímera a un puerto que representa un punto de paso de una ruta que apunta hacia otros mares y otras tierras. Quiero sentir su llegada como el comienzo de algo soñado, esperado y temido durante tantos años de lejanía y de aparente ausencia.
Permítanme que lo llame por su nombre: retorno….
Se que esa palabra ha sido desterrada por muchos y muchas del vocabulario cotidiano, para poder sobrevivir, y construir con esfuerzo una defensa para manener a raya la memoria, sin matarla, pero también con la esperanza de que sirviera para paliar el dolor de la ausencia forzada…
Hoy, vuelven a reencontrarse con una realidad soñada e imaginada a golpes de recuerdos mientras lo propio, poco a poco se iba volviendo ajeno y lo ajeno se iba transformando en propio, en el transcurrir de la vida diaria.
Se atreven a enfrentarse con la verdad ineludible del cambio:
Todos nosotros, cambiamos, de aquí y de allá, junto con nuestro país y el mundo. Algo se ha desgarrado para siempre y no admite zurcidos, por muy invisibles que parezcan. Ustedes asumen con valentía el desafío del diálogo con otros y otras de otras generaciones, nacidos y criados después de ese tiempo que marcó nuestras vidas. Nosotros por nuestra parte debemos reinventar la forma de reencontrarnos en la amistad, en el afecto y en la verdad…
Chile espera, después de cuarenta años, que nos regalen lo que nos pueden y quieren contar, y que también presten oídos y corazón atento a lo que los de acá necesitamos contarles.
Ojalá encontremos o nos fabriquemos el tiempo para hacerlo… Es indispensable por el bien de nuestra cultura y de nuestras almas…
Un abrazo grande en el que quepan todos y todas."
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ALFREDO CIFUENTES
Arquitecto entre otras coas - Fundador del teatro Aleph
 Watusi, Rey de Reyes

"Todos saben que Aleph surgió de un grupo de estudiantes del Instituto Nacional al que luego se sumaron alumnas del Liceo 1, pero al egresar y dispersarnos en distintas carreras y universidades fuimos quedando en la nada. Ni más ni menos, a comienzos de 1968 estábamos sin una institución que nos acogiera, sin sala, sin escenografía,... sin vestuario, sin maquillaje, sin iluminación, sin utilería, sin director, sin una obra que nos identificara y para colmo, sin nombre propio. 
Lo primero que conseguimos fue la obra: llegó a nuestras manos el “Hip Hip Ufa” de Dalmiro Sáenz que había ganado el premio Casa de las Américas en 1967 y que nos pareció imposible de concretar, razón de más para decidirnos a montarla. 
Lo segundo era conseguir un director, frente a lo cual alguien del grupo, creo que Sergei, preguntó: ¿Quién es hoy el mejor actor chileno? Hubo unanimidad en el nombre: Héctor Duvauchelle. Y así fuimos en patota al Petit Rex a pedirle su apoyo. Duvauchelle, que no nos conocía, nos dijo que si. 
Lo tercero que encontramos fue la sala en calle Lastarria, en el Nº 90. Averiguamos que era de la Universidad Católica, patudamente cruzamos la Alameda para pedírsela al rector y Don Fernando Castillo Velasco, quien tampoco nos conocía, nos dijo que bueno. 
Finalmente decidimos participar en el Primer Festival de Teatro Universitario Obrero organizado por la Universidad Católica y recién cuando fuimos a inscribirnos nos cayó la teja que no teníamos un nombre. Barajamos muchos, hasta que el último en sumarse a la discusión, Eduardo Sabrovsky, propuso el nombre Aleph. Según Borges es “el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos”. 
Y así ha sido desde entonces, nuestro Aleph ha estado en tantos lugares de Chile, de América, de Europa, con todos sus elencos, con sus actividades de difusión, con su participación en festivales, con todos los montajes que se han hecho de sus obras, con todos esos talleres que han convocado a tanta gente, compartiendo peñas, giras, tomas, escenarios, algún set de televisión y hasta tiempos de exilio con el Inti, el Quila, los Parra, Osvaldo Rodríguez, Los Jaivas, Quelentaro. 
Cuando el abominable quiso apagar el Aleph, éste hizo honor a su nombre reapareciendo en los lugares más insospechados: en los campos de concentración, en la clandestinidad, en el exilio, en películas y libros, y cada cierto tiempo el agua y el viento dicen que vieron al Aleph en Lastarria 90, en el Teatro Camino, en el Ictus, en el Antonio Varas, recorriendo el sur con los Temporales Teatrales, en la región del Maule, en Valparaíso. 
Y ahora andan diciendo por allí que el Aleph viene a instalarse otra vez en Chile. Entonces se estaría dando cumplimiento a la profecía que nos transmitiera hace 30 años Remy, un pintor francés, en un memorable carrete en el Moulin de Redon: L’ALEPH REVIENDRA!"
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GLORIA LETELIER
Consultante
"Me alegra mucho saber que Oscar Castro vuelve a Chile, tarea no fácil.eso es lo primero que quiero decir.
Y vuelve a su Tierra que el ama y vuelve a compartir su experiencia, su humor, su maestría trayendo una mirada fresca al paisaje teatral chileno Esto es lo segundo.
Pero también quiero decir que Oscar no vuelve de cualquier parte.Oscar vuelve de un largo, doloroso y desgarrador exilio. Exilio que el supo convertir en alegría, en poesia y en teatro para todos aquellos que asistíamos a sus obras.
El gran poeta Ovidio, hasta donde yo sé, fue el primer poeta que escribió sobre el destierro. El nunca pudo volver a Roma.
Oscar Castro, Si pudo."
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BORJA HUIDOBRO
Arquitecto
"Espumita, espumita...que suba y suba p'a qu'el guatón y el flaco, el alto y el bajo, el poire y los ottos, los chilenos y los otros ...tenga una tregua juntando sus manos en un gran 2013"
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LUIS SEPULVEDA
Escritor, cinéasta
"..son casi las dos de la noche cuando me siento al escribir estas palabras para mi hermanito del alma Óscar Castro, para el Cuervo mítico de mi juventud, para mi admirado compañero de lucha, para el actor que con su talento me ha enseñado a sacar lo mejor de mi mismo a la hora de escribir un guión, y para el amigo insuperable que es puro calor, pura bondad, para amistad en el mejor sentido que pueda tener esta palabra.
Un día, mientras ensayábamos una de las escenas de una película que hicimos juntos –porque Oscar alias El Cuervo no se une, no se funde sino que se “arrejunta” conforme al decir chileno, y desde esa posición comparte con incomparable generosidad todo lo que sabe- le conté una lejana bronca que era parte de mi geografía sentimental: le conté que una vez, hace muchos, pero muchos años, no pude entra al Aleph en Santiago, porque no me alcanzaba para pagar la entrada y, lo que sigue, podría ser un cuento pero no lo es. 
Me explico: había una luna llena enorme en el desierto de Cafayate, en la frontera entre Argentina y Bolivia, y Óscar Castro rodaba una escena nocturna de “Nowhere” junto al actor argentino Ariel Casas. Los dos lo hicieron estupendamente, bastó una sola toma para que la camarógrafa exclamara “vale”, “grandes los dos” y a mi me correspondiera decir que la escena quedaba en la película. A mi lado estaba Harvey Keitel , y conforme a su timidez de gran actor se limitó a tomarme de una brazo y musitar; “ese tipo es un monstruo, ese chileno es enorme”. Entonces, Óscar y Ariel pasaron a quitarse el maquillaje, a dejar el vestuario, y a la salida de la roulette y bajo un cielo que mostraba millones de estrellas, Óscar me abrazó y nos fuimos a mirar un rebaño de guanacos que también participaban en la película y, que vaya uno a saber por qué diablos, sólo aceptaban órdenes de Óscar y al domador lo escupían con entusiasmo cada vez que intentaba recuperar su papel de mandamás del rebaño. Mirando las estrellas y los guanacos, Óscar me dijo: hermano, quiero que sepas que desde ayer, o desde antes de ayer, tienes entrada libre en todas las salas donde se presente El Aleph.
¿Saben lo que siente el director de una película cuando un actor ha hecho más de lo que uno quería, cuando le ha dado tal humanidad y riqueza a un personaje que uno mismo se asombra de lo que ha escrito? Yo pensaba en eso bajo las estrellas de Cafayate y por mi cabeza pasan mil ideas de lo mucho que podíamos hacer juntos, y vaya que hemos hecho cosas en nuestra sociedad no definible con parámetros convencionales. Y lo más grande que hemos hecho es cultivar una amistad al margen de la cámara o de las luces.
Una tarde de verano, en Gijón, nos reunimos los Castro y los Sepúlveda para simplemente mostrarnos lo que estábamos haciendo. Óscar y Sylvie, además de Óscar junior, actuaron para un público de poca gente más dos perros, Zarko y Laika, y dos gatos, Manchas y Tigre. Y para la misma exigente audiencia Carmen Yáñez, “Pelusa”, mi compañera, leyó sus últimos poemas, y yo leí un par de capítulos de una novela que todavía no terminaba de salir del cajón. Con nosotros estaba Sebastián mi hijo mayor hamburgueño que cursaba su penúltimo año en la escuela de cine de Munich, y que cámara en mano registraba lo que hacíamos. Dos años más tarde fui a la graduación de mi hijo,  como trabajo de tesis presentó un cortometraje titulado “Un amigo de mi padre”, y ahí estaba Óscar, El Cuervo, con su inagotable capacidad de ser lo que un guión exige, con su talento para dar vida a lo que nace como una incierta posibilidad.
El director de la escuela de cine de Munich, Wim Wenders, al final de la proyección se me acercó y me dijo: “ese tipo, tu amigo, es un monstruo; qué pedazo de actor”. Y yo, naturalmente, comenté; uno sabe donde buscar a sus amigos.
En varias ocasiones he estado en la sala parisina del Aleph, en ese ambiente que es La Comedia Del Arte en su estado más puro y que no se encuentra en ningún teatro. Y en todas esa ocasiones he entrado sin pagar. Ahora. Cómo me gustaría estar en Santiago, en Chile, para ver a mi amigo, a mi hermano y compañero llenar el escenario con su ingenio incomparable.
Óscar y yo nos debemos una caminata por Santiago, esa ciudad que amamos, nos debemos un vino rebelde en algún boliche, nos debemos cantar una nación que nos devuelva esa juventud que se nos fue entre luchas dignas y justas y que volveríamos a repetir todas las veces que fuera necesario. Nos debemos un amanecer junto al Mapocho y hablando de todo lo que quisimos hacer sin arrepentimientos, porque simplemente lo hicimos.
Ahora, no estoy en el Aleph de siempre, pero estoy, a nuestra manera. Y cuando se vaya toda la gente, cuando la sala queda vacía, apenas poblaba por el eco de los aplausos, llamaré a la puerta del camarín,  toc toc, para decirte simplemente que te quiero mucho, Óscar, Cuervo, hermano, compañero."

Gijón. 6 de enero 2013
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JOSE SEVES
Músico - compositor
El primo de todos.
"Soy primo de Cifuentes. Desde que salimos de los vientres el mismo año nos unió la sangre y una fidelidad a toda prueba. El apoyó  mis andanzas de cantante baladista y rockero en los sesenta por las radios de Santiago y festivales. Yo seguí su juego actoral y divagaciones juveniles aplanando juntos  las aceras de las calles de Ñuñoa.
Un nudo ciego ató esa voluntad de pasarlo bien y desplegarnos a todo pulmón entonando desde el balcón de mi tía María, boleros, canciones  de Los Beatles y los Chalchaleros. Los pasantes buscaban en lo alto los ejecutantes y las razones de este concierto regalado.
Arrastrados por esa energía llegamos a esa vertiente donde  nació el ALEPH. Fui  espectador y parte de este singular grupo y sumamos nuestros convencimientos de que el mundo era nuestro y había que mejorarlo  a canto, juego  y risa. Fui con agrado la orquesta en vivo de las fiestas y malones del Aleph y acompañante de canciones en los festivales internos en las tardes regaladas de esos sábados. Por eso devine “el primo de todos”.
Luego, el terror, la diáspora y su  incógnita de nuestros destinos y afortunadamente la acción solidaria de los actores franceses que permitió salvar las vidas de Oscar y su familia.
Yo en Roma con el Inti Illimani y Oscar en Paris con su Aleph  y un salto en tren que se hizo frecuente para encontrarnos y conversar y sobrevivir juntos conversando con  las aguas del Sena en los puentes de Paris.
Oscar regresa siempre y siempre recuperamos ese país que soñamos mejorar.
Por eso te esperan los  abrazos y ese  viento libertario que despeina y descompone este sistema del lucro a toda costa.
Saludamos con tu regreso una vez más  a esa enorme araucaria de humanidad que es nuestra."

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CARMEN CASTILLO
Cinéasta y escritora.
"Cuando recibi la noticia, querido Oscar, de tu presencia en Chile hoy 7 de enero para continuar tu trabajo creativo en un Aleph siempre inventandose se me vino a la cabeza aquel fragmento de archivo grabado en Nueva La Habana por alla por los años 70.
Si, pensé, en el inventario de nuestra memoria colectiva no solo hay dolores y desgarros, tambien hay momentos de intensa alegría colectiva. El humor, el vuestro, la capacidad de reirnos de nosotros mismos, tomo forma en aquel improvisado espacio teatral de un campamento y ese estallido de risa esplendoroso de niños y adultos que la imagen de cine capta cristaliza para siempre esa vivencia. Ese instante fue una creacion del Teatro Aleph, un momento de presente absoluto.
Sé que con esa misma fuerza y creatividad, continuas laborando para iluminar los rincones vivos de este mundo despiadado y saludo, amigo, con amor y admiración tu lucidez y tu coraje" 
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PEDRO ALEJANDRO MATTA
Conferencista y Académico, ex prisionero político en Ritoque y en Puchuncaví conjuntamente con Oscar Castro.
"Era el tórrido verano de 1976, y la calma apacible de la media tarde repentinamente fue alterada por el sonido de motores, gritos, órdenes militares, y el sonido metálico que producen los fusiles cuando “se pasa la bala”.  

Los tres buses pintados de verde petróleo y con sus ventanillas cerradas por una tupida malla de acero se estacionaron en la berma del camino ripiado; los vehículos que los acompañaban, furgones de Carabineros, tanquetas, jeeps artillados, y un par de camiones militares llenos de soldados portando armamento automático, también se estacionaron en la berma, algunos delante y otros detrás de la fila de buses.  Un helicóptero acompañaba a la comitiva sobrevolando el lugar. 

Se abrieron las puertas de los buses y de su interior fueron poco a poco descendiendo una larga fila de personas flacas, en su mayoría jóvenes, con rostros macilentos, pobremente vestidos, quienes abrazaban modestas bolsas de papel o atados de ropa donde se adivinaban sus escasas pertenencias.

A medida que salían de los buses eran obligados a pasar por el medio de una doble fila de infantes de marina quienes, armados de fusiles y con gesto adusto, los dirigían hacia un portón tras el cual se iniciaba un sendero de tierra que subía hacia  una pequeña loma cercada por una doble alambrada de púas separadas entre sí por un espacio de diez metros de ancho que era conocido como la “zona de muerte” para aquellos que intentaran atravesarlo.  Cada cierto trecho, torres de vigilancia de diez metros de altura donde se advertían las siluetas de más infantes de marina con armas automáticas.

Al llegar arriba, eran formados en filas paralelas y mientras eran vigilados por infantes con sus fusiles FAL preparados, sus modestas pertenencias eran cuidadosamente examinadas por personal militar.  Cuando este trámite había concluido se les permitía continuar hacia el interior del recinto para reunirse con los cientos de “prisioneros de guerra” que los esperaban; todos ellos “extremistas”, terroristas”, “comunistas”, y “traidores a la Patria”, según el lenguaje oficial.  Éstos tenían una apariencia muy similar a los recién llegados y, al frente de ellos, se encontraba este personaje relativamente alto, de nariz aguileña, un mechón de pelo cayéndole sobre la frente, ataviado con un frac que le quedaba holgado, camisa blanca que indudablemente había visto días mejores, corbata de pajarita, y una cinta tricolor que le cruzaba diagonalmente el pecho, el que, con un sombrero de copa en la mano y sonriente, procedía a presentarse ante ellos y a darles “oficialmente” la bienvenida al campo de detención de Puchuncaví, que ese era el sitio al cual acababan de llegar, en su calidad de “Alcalde del lugar”.

Para quienes acababan de llegar, en su primera impresión, este era sin lugar a dudas un manicomio y el sujeto ya referido probablemente el loco mayor.

Sin embargo, esa primera impresión rápidamente era borrada para dar paso a otra donde los recién llegados comenzaban a comprender que la capacidad de sobreponernos, de ser capaces de reírnos de nuestras propias desventuras, y vernos como personajes de una tragicomedia, era también una forma de resistencia cultural y una manera de preservar y de mantener nuestro amenazado equilibrio psicológico.

El “Sr. Alcalde” ya descrito, no era otro que Oscar Castro Ramírez, director y creador del Teatro Aleph, incendiado y destruido por la dictadura, quien había sido detenido por la DINA poco más de un año antes conjuntamente con su hermana y a quien, también poco más de un año antes, le habían hecho desaparecer a su madre y a su cuñado en la Villa Grimaldi.

Oscar no sólo fue el “Alcalde” de los campos de detención de Ritoque y de Puchuncaví, sino que también el inolvidable compañero que lejos de derrumbarse ante la adversidad, la crueldad, el crimen, la mentira, y la injusticia, hizo uso de su arte para crear obras teatrales, dentro de los campos de detención de Pinochet, que fueron importantísimas para mantener el sentido de identidad, autoestima, y humor negro, que fueron esenciales para la normalidad psicológica de quienes tenían como única certeza diaria la falta de certeza futura.

“Casimiro Peñafleta, preso político” no sólo entretuvo y deleitó a su “audiencia cautiva” en Ritoque y en Puchuncaví, sino que también lo hizo con innumerables audiencias en diversos lugares alrededor del mundo, cuando Oscar fue obligado al exilio y recreó y reconstruyó el Teatro Aleph en París.  Su experiencia de exilio la vertió en otra obra genial,  “El exiliado Mateluna”, que narra las vicisitudes, penas, esperanzas, y ocasionales alegrías de quienes fuimos forzados a abandonar Chile, pero que perfectamente pueden ser aplicables a todo exiliado sea este del país que sea.  “Érase una vez un Rey” es, en mi opinión, quizás la obra máxima de Oscar, una comedia que transparenta y desnuda las fortalezas y las debilidades de nuestra común condición humana y que podría suceder en cualquier lugar del mundo..

No sólo los ex prisioneros políticos de Ritoque y de Puchuncaví tenemos una enorme deuda de gratitud con “nuestro Alcalde” de esa época, sino que todos los chilenos tenemos una deuda con Oscar Castro, quien nos ha entregado lo mejor que un ser humano puede entregar, su inteligencia, su capacidad creadora, su amor por el teatro y por Chile, y su compromiso con la construcción de un mundo mejor.  Por ello el Ministerio de Cultura de Francia le ha otorgado la distinción de “Caballero de las Artes y de las Letras”.  Para mí es un honor sumarme a las voces que dan la bienvenida al regreso a Chile del Teatro Aleph, teatro que aunque funcionó en París por los últimos 36 años, realmente nunca abandonó Chile." 
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DELPHINE GROUES
Catedratica en estudios latinoamericanos. Directora de SciencesPo en Le Havre - Francia

« El tiempo no pasa, gira ».

Esta frase alefiana llegó como eco cuando Oscar me propuso escribir unas líneas sobre el retorno del Aleph a Chile.
Oscar Castro y su teatro no han parado de girar, volar, dar vueltas en los ensueños de la vida y las esferas de los imposibles. Se impusieron la creación, la alegría, el compartir como estandarte para contraponerse a los destinos funestos, exilios y traiciones. No, no ha parado nunca de girar el Aleph. Ese torbellino volvió hoy a su lugar de origen, embarcando a nuevos jóvenes en estas bellas aventuras de transcendencia y trashumancia artística, y así va uniendo las fuerzas de las juventudes diversas del alma, cuerpo o espíritu.
El Aleph siempre ha sido un gran viaje lleno de descubrimientos y renacimientos. Me pareció mas que natural que Oscar volviera a Chile a recrear la tropa chilensis, actuar obras sobre el exilio en el museo de la memoria, hablar de lo que se calló con los jóvenes, conversar de los tiempos en que las estrellas se podían tocar, retomar con los amigos de siempre ese proyecto apaleado pero nunca vencido. Era natural, claro; y sin embargo, cuántas luchas se han tenido que llevar para llegar a que lo lógico y lo justo recuperaran por fin sus derechos…
Pudieron aplastar y oprimir. Pero no pudieron lograr que el arte del Aleph pasara al silencio. Gira, gira y gira, como el tiempo que lo envuelve.
Oscar, les deseo todo lo mejor. Bons voyages !
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LUIS HERNAN SCHWANER
Periodista y locutor.
« Recuerdo cuando vi a Oscar por primera vez en los pasillos de nuestra vieja Escuela de Periodismo de la UC, por allá por 1968. Tenía algo divertido en la expresión, pero también traía -quizás premonitoriamente- un leve rictus asimilable al dolor en la comisura de los labios... Sin embargo, en esa época, aquello no era precisable, sino todo lo contrario: se leía como la marca de la risa en su rostro joven, moreno, de mirada irreverente y con esa naríz suya que, si a Cyrano le otorgó lo suyo, a nuestro buen Cuervo le dio su apelativo para siempre. Lo elegí para que fuera el personaje central, bufonesco, de una breve pieza que escribí como exámen final de un seminario de Televisión que nos impartieron Manuela Gumucio y Miryam Saá, ambas flamantes profesoras recién arribadas de Francia con la última palabra en conocimiento tecnológico necesario entonces para las 525 líneas. Tuvimos la osadía de solicitar a la directora de TV Ruby Ann Gumpertz el estudio "C" del Canal 13 (en el 4° piso del edificio de la Universidad Católica), el principal conque contaba la estación por entonces, para realizar la breve charada con cámaras, iluminación y camarógrafos profesionales. Todo ello facilitado y grabado en video ancho por la propia Ruby, enternecida tal vez por estos mocosos patudos, de no más de 22 años, que intentaban ya hacer televisión de verdad. El soliloquio, en clave de absurdo, terminaba con Oscar saliendo desde una pantalla de televisión y acercando su rostro a la lente. Con este último movimiento, el episodio se iba lentamente "a negro". Aprobamos ambos el seminario. Después, pasaría todo lo que tenía que pasar, para reencontrarnos en junio pasado en esa función final y mágica de Lastarria 90, donde me distinguió invitándome al escenario por haber sido, además, parte de aquel primer público que asistió a las funciones iniciales del Aleph, en ese mismo mítico lugar, 43 años antes, junto al vinito caliente con canela que ofrecían Oscar y los demás muchachos para disimular el frío invernal de Santiago que campeaba en aquella sala. Entremedio, debo decir, por allí por 2005, tuve ocasión de realizarle a mi querido amigo una entrevista en Radio Universidad de Chile, para un programa de Memoria y DD.HH. y recién allí él desnudó su alma al viejo compañero de estudios y de inicios, contándome y contándole a los auditores, el drama humano engrendrado por su historia personal y familiar y que tan brillantemente ha sabido sobrellevar. Ahora, Oscar vuelve a la carga y mañana, 16 de enero, viviremos una nueva jornada de emoción con su función final de "Sube, sube, sube la espumita", en la Sala La Comedia. Sin duda será también una nueva ocasión para cerrar este círculo de extremos alfa y omega, o, como mon cher Oscár dice: "Toda derrota es una extraña Victoria". Gracias por tenerme presente, amigo, hermano, en tu regreso a Chile.»
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PATRICIO PANIAGUA
Cineasta

De Colín a Santiago y de Santiago a París con escalas en Villa Grimaldi, Ritoque, Puchuncaví y Tres Álamos. Este fue el vuelo del Cuervo, que hoy vuelve a su país para hacer renacer el Teatro Aleph en Chile, 38 años después que la dictadura pretendió enterrarlo con la prisión y el exilio. Esta es una parte de aquel trayecto.
Con Oscar nos conocimos en 1974, cuando el “Aleph” montó su última pieza de teatro que tenía por título “Y al Principio Existía la Vida”. Esta obra era una alegoría al dramático final del Gobierno de la Unidad popular, en que el Capitán de un barco, “El Supertricio”, enfrenta una terrible tormenta y muere heroicamente. El elenco estaba integrado por Anita Vallejo, Alex Zisis, Shlomit Baytelman, Juan Mc Cloud, Marietta Castro y Oscar Castro.
En ese momento yo trabajaba en producción con la compañía “Teatro Joven” que, junto al Aleph, funcionaba bajo el alero del Instituto Chileno-Francés de Cultura y del Consejero Cultural de la Embajada de Francia en Chile, nuestro amigo Roland Husson. Con Oscar, nos volvimos a encontrar en casa de Roland, donde entre vino, quesos y guitarreo no nos imaginamos que nuestro próximo encuentro sería bastante menos glamoroso.
El 31 de octubre de 1974 fui detenido por la DINA, después de una presentación de la obra “El Show Molière” del Teatro Joven. Luego de pasar por el cuartel clandestino de José Domingo Cañas y Tres Álamos, a fines de noviembre fui trasladado al campo de concentración de Ritoque.
Pese al gran éxito de la obra “Y al Principio existía la Vida”, el Teatro Aleph vio brutalmente interrumpidas sus presentaciones con la detención de Oscar y su hermana Marietta el 31 de noviembre de 1974 y el posterior arresto su madre, la Sra. Julieta Ramírez de Castro junto Juan Mc Leod, el Johnny, esposo de Marietta. Ambos permanecen como detenidos desaparecidos hasta el día de hoy.
Fue en diciembre del 74 que volví a ver a Oscar, El Cuervo Castro. Esta vez fue en el campo de concentración de Ritoque, situado al sur de Valparaíso, a 200 o 300 metros del mar. Alrededor del mediodía, bajo un sol ardiente y en medio del polvo arremolinado por el viento, un grupo de unos 30 presos políticos llegaban procedentes de Tres Álamos. Entre ellos venía el Cuervo, con cara de desorientado portando una pequeña maleta.
Pasada la sorpresa de este inesperado encuentro, rápidamente decidimos que Oscar se instalara a vivir en nuestra cabaña, la que compartimos junto a otros 4 detenidos, durante siete  meses.
Con la llegada del Cuervo Castro, rápidamente la vida del campo de Ritoque comenzó a cambiar. Gracias a su incombustible energía, su inagotable creatividad y palpitante locura, a las pocas semanas ya había logrado contagiar su pasión por el teatro a la mayoría de los 350 prisioneros. Después de presentar su monólogo “Vida Pasión y Muerte de Casimiro Peñafleta”, Oscar se empeñó en consolidar una noche semanal de espectáculos y actividades artísticas que marcarían el ritmo de vida de los prisioneros de Ritoque, “Los Viernes Culturales”. A partir de ese momento, El Cuervo cambiaría temporalmente su plumaje y pasaría a ser conocido en los distintos campos de concentración, cariñosamente como “El Peñafleta”.
Fue en el marco de estas jornadas culturales que nuestro grupo de teatro “Teja” (Teatro Jaulas y Abarrotes), grupo creado por El Cuervo, presentó su primer montaje en Ritoque: “Y al Principio Existía la Vida”, la misma la obra del Aleph que dos meses antes había sido brutalmente sacada de cartelera por la dictadura, con la detención de Oscar y Marietta. Ahí, en el Campo de Concentración, en el corazón mismo de la represión, el legendario buque de guerra del Aleph, “El Supertricio”, con su tripulación pirata volvía a navegar, para defender la vida, la esperanza y la libertad. La consigna era “Si nos ven tristes nos ganan por segunda vez”.
“Ritoque, territorio libre de Chile, los que están al otro lado de la alambrada son los presos”, proclamaban estos “prisioneros de guerra“. Así, en este territorio liberado surgió un mundo paralelo, una micro sociedad absolutamente surrealista, cuyos destinos eran conducidos simbólicamente por El Peñafleta quien, ungido como Alcalde de Ritoque, ejercía sus funciones desplazándose sobre una carretilla y vestido con un flamante frac de Lord inglés, con sombrero de copa y una banda tricolor en bandolera.
En la intimidad de nuestra cabaña, muy a menudo conversábamos de las posibilidades de liberación que cada uno de nosotros. Oscar siempre decía que el sería el primero en partir, porque de los seis, él era el menos “cargado” y agregaba que nos enviaría tarjetas postales desde París. Pero la vida, o mejor dicho la dictadura quiso otra cosa: El Peñafleta se quedaría hasta el cierre de los campos de concentración y le tocaría apagar la luz después de dos años de prisión.
En efecto, creo que fue un día del mes de mayo en que llegó una lista con 15 nombres de prisioneros que serían trasladados del Ritoque a Tres Álamos. Algunos serían liberados y otros expulsados de Chile. De los seis que vivíamos en la Cabaña N° 9, cinco fuimos trasladados. Oscar se quedó solo y esa misma noche escribió la bellísima obra “Casimiro Peñafleta Preso Político”, que estrenaría días después en los viernes culturales del Campo de Concentración de Ritoque.
Aproximadamente un año más tarde, acompañando a su hermana Marietta, nos volvimos a encontrar con Oscar justo después de su liberación. Esta vez fue en París, en el aeropuerto de Orly, donde El Cuervo junto a Anita y sus hijos Sebastián y Andrea llegaba para iniciar su largo y venturoso exilio.
Menos de un mes después de su llegada, El Cuervo nos convocó para hacer renacer el Teatro Aleph en Francia. La primera obra que escribió y montó Oscar con este nuevo grupo fue “La Trinchera del Supertricio”, con música de Ángel Parra en escena. Una comedia dramática, con una gran dosis de humor negro, especie de crónica de nuestra experiencia en los campos de concentración.
Con esta obra el Aleph de Francia participó en el Festival Mundial de Teatro de Nancy el año 1977. El grupo estaba integrado por Anita Vallejo, Marietta Castro, Oscar Castro, Iván Tresckow, Pedro Atías y el que escribe estas líneas. Desde entonces hemos compartido sueños, amistad y trabajo.
Hoy, 38 años después que la dictadura terminara brutalmente con las presentaciones de la obra “Y al Principio Existía la Vida”, El Cuervo Castro hace renacer el Aleph en Chile. 
Entre estas dos fechas está la prisión, el exilio y sobre todo la pasión creativa alimentada por el amor a este país, Chile, que tanto le debe.
La historia de Oscar durante estos años, ese ir y venir sin poder reabrir su maleta en Chile, me recuerda la canción de Bárbara “Ma plus belle histoire d'amour”. Espero que esta vez nuestro país acuda a la cita con su hijo ilustre Oscar Castro.

“…Mais tant d'hivers et d'automnes

De nuits, de jours et personnes
Vous n'étiez jamais au rendez-vous
Et de vous perdant courage
Soudain me prenait la rage
Mon Dieu que j'avais besoin de vous…”

¡ Albricias, querido amigo-hermano!!!
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